Estamos atravesando uno de los momentos más importantes de nuestras vidas, la tan famosa “vida universitaria”, el proceso previo a la profesión donde buscamos obtener un conocimiento adecuado y útil a las necesidades individuales, sociales y del mercado laboral. Es el trayecto que hacemos durante varios años hasta recibir ese título, que tanto anhelamos, que nos habilita a dedicarnos a lo que elegimos un tiempo atrás.
En esta nueva era donde los avances tecnológicos hacen que la información esté al alcance de las manos, la posibilidad de elegir también se amplió y así nacieron nuevas profesiones, y trabajos; para satisfacer las actuales necesidades de las personas. Esto llevó a que muchos chicos pasaran por varias carreras o universidades, muchas veces porque no les gustaba, no era su camino o simplemente se dejaron de ver ejerciendo ciertos cargos.
La tecnología no solo nos permitió acceder al mundo, sino que nos mostró un panorama más extenso donde las decisiones eran múltiples y por lo tanto la posibilidad de “fallar” aumentó proporcionalmente al número de elecciones.
La disyuntiva de institución educativa es uno de los factores fundamentales a la hora de nuestro desarrollo, claro está que no solo depende de nosotros, se suman los factores económicos, sociales y demográficos.
Actualmente, en Argentina contamos con un sistema educativo gratuito desde nuestro nacimiento lo cual permite que podamos acceder a la educación sin necesidad de pagar una cuota mensual, en nuestro caso de una universidad. Es una gran oportunidad, cuando los recursos son escasos, pero como todo sistema con amplia extensión tienen sus fallas cuando uno comienza a compararlas y esto es un factor que hace rever si realmente vale la pena estudiar en ciertas condiciones.
El inicio de la pandemia por Covid-19 en 2020 fue cómplice de esta metamorfosis porque nos hizo ver que el rumbo presentaba una nueva posibilidad de trayecto en nuestra vida.
La alteración social que generó este virus en todo el mundo afectó a todos los sectores en nuestro país, uno de los más contaminados fue la educación, que se la ha obligado a una reconfiguración en todos sus niveles, la virtualidad hizo ver las peores fracturas entre la enseñanza y la posibilidad de la misma.
El primer año de Covid y en la denominada “nueva virtualidad”, vimos y sentimos que el sistema público descuidó a los alumnos, y que no se tuvo en cuenta a los que no tenían computadora, internet, o las herramientas para poder tener una clase y esto fue lo que abrió aún más la brecha social. En ese momento se hizo notar fuertemente el sistema arcaico que seguía dominando y no solventaba nuestros problemas, ponían barreras imposibles de superar.
Y en nuestro caso fue sentir que el tiempo que le dedicabamos a nuestras carreras no estaba siendo validado, perdíamos clases, prácticas, oportunidades de promoción, hasta sentir que nuestra formación no era importante para los educadores. Así fue que cada una por su cuenta decidió realizar otras actividades, sin dejar la virtualidad, como clases gratuitas, cursos, foros sobre comunicación y redes, y ahí fue que comenzamos a ver que la oportunidad era mucho más grande y que necesitábamos tomar otro rumbo.
Estas diferentes experiencias que fuimos adquiriendo nos fueron llevando a tomar la decisión de cambiar, en algunos casos de carrera y en otros de universidad, porque hoy no solo es fundamental elegir a conciencia nuestra futura profesión, sino el lugar donde nos educaremos.
Luego de dos años de sars cov 2, el 2022 da inicio a una “nueva presencialidad”, un nuevo sistema que fuimos descubriendo durante dos años y teníamos la posibilidad de mutar, al cual nos tiramos de cabeza sin participar del ciclo de ambientación, de la Nacional a la UNSTA.
Las tres comenzamos el año con muchísimas expectativas y el ingreso a la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino, que fue totalmente diferente a la Universidad Nacional de Tucumán, hizo que cada una de ellas de a poco se vayan realizando.
No solo facilitaron nuestra adaptación a esta hermosa carrera e institución sino que nos hicieron sentir que somos importantes, que no solo somos un número más, porque somos futuros profesionales y aspiramos a ser líderes que van a comunicar e informar a la sociedad.
Las clases presenciales pero manteniendo las plataformas educativas que complementan esta nueva modalidad, nos permiten sentirnos acompañadas y escuchadas, y así fue como el comienzo del ciclo lectivo nos trajo nuevos compañeros, profesores, aulas junto con esperanzas y metas.
Con este inicio los nuevos vínculos fueron apareciendo, nuestros grupos sociales comenzaron a ampliarse y conocíamos otras experiencias y personas, que a pesar de nuestras diferencias de vida o edades compartimos la misma meta y eso ya nos hace cercanos.
El cambio es duro al principio y mucho más tomar la decisión de cambiar, pero hoy estamos seguras de que este nuevo rumbo es el principio de un largo camino que esperamos poder recorrer juntas y como diría la poeta español Antonia Machado: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar".
Medina Vives, Juliana Itati
Ramos, Rita
Rojas Mercado, Rocio

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