Auad, Ricardo Agustín
Practica Profesional
Tercer Parcial
Profesora Carrizo, Agustina
Oversharing: Hasta qué punto los jóvenes muestran su vida
En la era digital, compartir detalles de nuestra vida cotidiana se ha convertido en una práctica común, especialmente entre los jóvenes. Las redes sociales como Instagram, Tiktok, Snapchat, estaban pensadas inicialmente para conectar y entretener, pero han evolucionado hasta convertirse en escenarios donde cada usuario, especialmente los más jóvenes, expone fragmentos de su vida. Sin embargo, este hábito, conocido como oversharing, va más allá de la simple publicación de fotos o comentarios: implica compartir de forma casi constante, sin filtros y a veces de forma excesiva, aspectos personales que antes hubieran sido considerados privados. En busca de seguidores y de la tan ansiada validación de "me gusta" y comentarios, muchos jóvenes se adentran en un ciclo de exposición continua, en el que cada momento parece una oportunidad para ganar popularidad.
Pero ¿hasta qué punto esto es sano? Al compartir en exceso, estos jóvenes se enfrentan a riesgos que a veces pasan desapercibidos, como la pérdida de privacidad, la presión social para mantener una imagen “perfecta” y consecuencias emocionales negativas. El deseo de ser influencer o figura pública se ha convertido en un objetivo que muchos persiguen, a menudo a costa de su bienestar personal. Es importante cuestionar hasta dónde puede llegar esta tendencia de compartirlo todo en redes sociales y reflexionar sobre las repercusiones que tiene en la vida de los jóvenes. Vale la pena preguntarse si realmente es necesario exponerse tanto a uno mismo, sacrificando su privacidad y autenticidad, solo por alcanzar la popularidad en el mundo digital.
La necesidad de visibilidad y validación se ha vuelto algo casi cotidiano para los jóvenes de hoy. Cada "me gusta", comentario y compartido tiene el poder de elevar o, a veces, destruir la autoestima de una persona. Y, lamentablemente, parece que cada publicación es una oportunidad de recibir esa validación instantánea que antes se encontraba en interacciones reales. Ahora, muchos jóvenes construyen su sentido de valor personal a través de pantallas, y su identidad se ve moldeada por la cantidad de personas que los ven y los aprueban. Esto puede volverse una dinámica adictiva y dañina, en la que no se encuentra satisfacción en lo que uno es, sino en cómo el resto lo ve.
Esta exposición excesiva no llega sin sus peligros, a veces, uno se olvida de que las redes sociales no son un espacio privado. Compartir detalles íntimos y aspectos de la vida cotidiana puede parecer inofensivo al principio, pero significa renunciar a una parte de nuestra privacidad. Además, muchas veces la identidad que se muestra en redes es una imagen que no corresponde a la realidad. Para muchos jóvenes, mantener una fachada es agotador, y genera un conflicto interno entre lo que son realmente y la versión idealizada que ellos mismos proyectan. Esa brecha entre la vida privada y la vida "online" puede convertirse en una fuente constante de estrés y ansiedad.
La constante comparación y la presión de mantener una imagen "perfecta" en las redes sociales puede generar ansiedad y depresión. Cuando uno vive para cumplir con la imagen que proyecta públicamente, pierde la alegría de ser auténtico, este impacto emocional, aunque silencioso, se vuelve cada vez más pesado. Si esta tendencia continúa, ¿cuántos jóvenes más sufrirán por querer vivir de acuerdo a una imagen que solo existe en el mundo digital?
Es aún más inquietante ver cómo muchos jóvenes ven en el oversharing una vía para lograr el estatus de influencer. Esa meta de tener miles de seguidores parece tan atractiva, tan fácil de alcanzar, pero trae consigo un precio elevado. Porque una vez que alguien se convierte en una figura pública, la exposición ya no es opcional, sino que pasa a ser una obligación. Ser influencer implica vivir bajo la mirada atenta de una audiencia que exige entretenimiento y desea conocer cada detalle y cada historia. Esa fama es efímera y está construida sobre una falsa autenticidad, una vida de "marca personal" que les terminó costando la autenticidad a quienes la buscan.
Curiosamente, este deseo de compartir y acercarse a los demás también puede traer consigo una paradoja, mientras más se comparten detalles de la vida personal en redes, más se desconectan algunos jóvenes de sus relaciones reales y de su propia esencia.
En lugar de fortalecer vínculos significativos, el oversharing a veces hace que las interacciones se vuelven superficiales, enfocadas solo en mantener una apariencia para los demás. Al final, puede surgir un vacío donde el joven se muestra más, pero se siente menos conectado; sube más contenido a sus redes, pero se siente menos visto en su verdadera esencia.
Entonces ¿hasta qué punto vale la pena esta exposición constante? En un mundo donde la autenticidad parece cada vez más escasa, resulta esencial preguntarnos si la popularidad en redes compensa la pérdida de privacidad y el desgaste emocional que trae consigo. Tal vez sea hora de recordar que no todo tiene que ser visto, comentado o “likeado” para tener valor. La vida privada es eso, privada, y conservar ciertos aspectos personales en un espacio propio no solo protege nuestra intimidad, sino que también nos permite vivir sin la presión de complacer a una audiencia invisible.
A pesar de la rapidez con la que la tecnología avanza y nos invita a mostrarnos más y más, eso no significa que debamos seguir ese impulso sin cuestionarnos. Las redes sociales no van a desaparecer, y mucho menos el atractivo de los "likes" y la popularidad instantánea, pero eso no tiene que convertirse en una razón para dejar de lado quiénes somos realmente. Publicar menos o no compartir cada aspecto de la vida no debería sentirse como una pérdida, sino como una decisión consciente que nos da control y equilibrio.
En definitiva, se trata de encontrar un punto medio entre la vida privada y la vida que mostramos. Expresarnos en redes es una libertad de la que podemos disfrutar, siempre que recordemos que esa visibilidad no debería definirnos. Nuestro valor no está en la cantidad de seguidores ni en el número de "me gusta", sino en la paz que obtenemos al saber que no dependemos de ser un espectáculo para sentirnos valiosos. Puede que buscar autenticidad y privacidad en tiempos de oversharing no sea sencillo, pero también es una manera de construir una vida que tenga más sentido para nosotros mismos que para quienes nos ven a través de una pantalla.
"Es tiempo de recordar que nuestra vida no necesita un filtro ni una audiencia para tener valor".
bibliografía:
https://laopinion.com/2024/08/02/que-es-el-oversharing-y-por-que-podrias-estar-en-peligro/
https://expansion.mx/tecnologia/2023/03/20/que-es-oversharing-riesgos
https://blog.grupomicronet.com/oversharing-sus-peligros-y-como-protegerte-de-el
https://hipertextual.com/2023/12/que-es-oversharing
https://psicologoarmandoarafat.com/compartir-demasiado-redes-sociales-oversharing/
https://www.elle.com/es/living/psico/a42476879/que-es-oversharing/
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